Es madrugada de domingo. Ahora debería estar emborrachándome como siempre, pero por razones ajenas a mi voluntad incial, me he quedado a escribir frente a la computadora.

Salió mejor, por fin terminé varios textos pendientes y he recalado en este post. El blog es para desembarcar, para vender fresco lo pescado en el mar de lo inmediato.

***

Eso me recuerda una vez que le dije a una amiga que sus palabras me aterraban. Le dije:

-Oye amiga, tus palabras me aterran.

-Ya era hora, siempre que te hablo estás en el aire.

Es fascinante esto del lenguaje. Desde entonces, cuando alguien me dice que algo le aterra, pienso en que vuelve a la tierra.

-Oye Andrei, ese tipo de películas me aterran.

-Está bien, ya es hora de que te enteres del planeta en el que vives, zopenca.

***

Hace poco un libro me aterró. Escribí hoy esta reseña. Lean y me dicen qué les parece.

***

Tengo dos amigos que tienen nombre de beisbolista. Siempre los imagino en ese atuendo, el de beisbolista, empuñando el bat con un vaivén profesional. Los dos escriben o intentan hacerlo. Los dos, también, son tremendos bateadores. Los dos ya saben el tipo de pitcher que quieren enfrente. Me sorprende la tranquilidad con la que esperan la bola. Su concentración está en disfrutar del vaivén.

Tal vez es porque me junto mucho con ellos, pero últimamente he imaginado que tengo nombre de beisbolista.

***

Tengo otro amigo que no es beisbolista pero es una excelente persona y, a pesar de lo que él cree, me cae rebién nomás por su nombre.

Se llama Pablo Mata.

***

Tengo sueño. Mañana termino este post.